¿Qué oportunidades ofrece la bioeconomía a la salida de la pandemia?

Colaboradores

“esta nueva realidad abre desafíos y oportunidades para los gobiernos nacionales en diversos planos, en los que la bioeconomía puede aportar respuestas.”

Toda crisis abre oportunidades, la presente no es la excepción. Ciertamente, el mundo enfrenta un escenario inédito que puso en evidencia muchas de las falencias sistémicas, aceleró tendencias latentes y abrió ventanas de oportunidad para modificar lo estatuido.

En relación con la pandemia, esta nueva realidad abre desafíos y oportunidades para los gobiernos nacionales en diversos planos, en los que la bioeconomía puede aportar respuestas. Quisiera mencionar aquí al menos dos: i) migraciones internas; y ii) espacio de cooperación internacional.

i) Migraciones internas: 

  • Algunos piensan -y comparto- que la pandemia aceleró cambios que se vislumbraban incipientes, sobre todo de la mano de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Nuestra vida se ha trasladado al plano de lo virtual: participamos de multiplicidad de eventos en línea, se aceleraron los procesos de teletrabajo, los estudios en plataformas virtuales y los servicios puerta a puerta por compra online; se ha abierto así la puerta a una mayor deslocalización de ciertas actividades. Esto debería contribuir a una descongestión de los grandes centros urbanos si está acompañado de una mejor oferta de servicios asociados a la conectividad (ver migración al campo en España). 
  • También es cierto que existen amenazas latentes descriptas en muchos estudios sobre la industria 4.0, las que también se verán aceleradas a partir de la pandemia. Si los trabajadores no pueden volver a las fábricas masivamente por la necesidad de mantener la distancia social, los robots tienen la respuesta. Al decir de Yuval Harari (2018), esta tendencia trae consigo el peligro de una nueva clase social de “irrelevantes” y, por lo tanto, prescindibles, que ya no calificarían ni como ejército de reserva, a partir de que la producción la realizarían robots y máquinas. Esto, en contextos de grandes urbes, será un problema. La posibilidad de implementar enclaves de desarrollo local autosostenidos podría ser una opción a esta amenaza.
  • Los grandes centros urbanos son, al mismo tiempo, los mayores focos de contagio por causa del contacto social, y donde más se están sufriendo las consecuencias del aislamiento. Esto hace prever que podrían surgir migraciones inversas a las que poblaron los asentamientos precarios periurbanos en las grandes ciudades latinoamericanas, generando un regreso al campo en búsqueda de una posible supervivencia.

“La pandemia puso de relieve, fuertemente, dos cosas: la ciencia y la necesidad por cooperar.”


ii) Cooperación Científica Internacional: 

  • La pandemia puso de relieve, fuertemente, dos cosas: la ciencia y la necesidad por cooperar. La mayoría de los gobiernos se basaron en las recomendaciones de comités de expertos o consultaron con científicos para determinar cómo avanzar en las medidas de precaución y prevención ante el avance de la pandemia, así como también reorientaron el sistema científico hacia la búsqueda de soluciones, planteando diversas iniciativas (ver Oficinas de ciencias de Unesco en los países y regiones). Los controles y supervisión siguen realizándose con base en evidencia científica y, si bien las decisiones son políticas, la ciencia está involucrada en las determinaciones que se están asumiendo. 
  • El multilateralismo se encontraba en jaque previo a los contagios y expansión del COVID-19, y muchas de las respuestas marcaron sesgos de tinte nacional antes que cooperativos. Sin embargo, es importante observar la conexión global -la velocidad en la que se expandió el virus lo demuestra- así como remarcar una vez más que la biología no conoce de límites fronterizos. Es decir, la salida de la pandemia demanda una mayor cooperación internacional. Es allí donde la cooperación científica, de la mano de la diplomacia científica tiene un lugar privilegiado para tender puentes y acercar gobiernos. Como la biología, el conocimiento tampoco se detiene en la aduana, aunque sí puede ser apropiado y controlado para ejercer poder. Los países de Latinoamérica precisan cooperar entre sí para generar las escalas mínimas necesarias para el ejercicio de la ciencia de punta, y así evitar depender de la ayuda externa para generar respuestas a sus problemas. 

“Los avances y desarrollos del conocimiento que se alcancen en los diferentes biomas de Latinoamérica serían mucho mayores si se realizaran en cooperación; al mismo tiempo, para poder realizarlos, muchos de ellos exigirán acuerdos diplomáticos en las regiones comunes”


Observando ambos fenómenos a través de la bioeconomía, podemos arrimar potenciales respuestas a los dos niveles: el supranacional y el local. En el primer plano, la biología y los ecosistemas no entienden de fronteras, por lo que las soluciones y medidas que se decidan para tomar ventaja de la biodiversidad y riquezas naturales de la región demandan una mayor cooperación regional, tanto para evitar problemas de fronteras porosas, como para potenciar los avances que se realicen en materia de ciencia y tecnologías asociadas. Los avances y desarrollos del conocimiento que se alcancen en los diferentes biomas de Latinoamérica serían mucho mayores si se realizaran en cooperación; al mismo tiempo, para poder realizarlos, muchos de ellos exigirán acuerdos diplomáticos en las regiones comunes -el gran Chaco, las zonas andinas, los acuíferos compartidos, etc.-.

“la implementación de estrategias de desarrollo local con base en bioeconomía podría ser una excelente guía […] donde existan oportunidades de progreso económico sin por ello poner en riesgo los ecosistemas, estableciendo sociedades más equitativas.”


Por el otro lado, a nivel de territorio y pequeños poblados, la implementación de estrategias de desarrollo local con base en bioeconomía podría ser una excelente guía para establecer nuevas urbes sustentables, de dimensión compatible con el entorno. Donde existan oportunidades de progreso económico, sin por ello poner en riesgo los ecosistemas, estableciendo sociedades más equitativas. Las menores escalas permitirían una mejor planificación y una potencial reutilización de los recursos, aplicando economías de escalera (organizando la producción para aprovechar los subproductos más valiosos al inicio del ciclo y, de allí, ir derivando las demás producciones), y procurando economías circulares, convocando la relocalización de pobladores.

Ambas acciones necesitan de una visión de futuro y un trabajo mancomunado. La oportunidad se encuentra al alcance de la mano, hay que decidir avanzar y apropiársela.

 

Guillermo AnllóGuillermo Anlló, especialista a cargo del Programa de Política de ciencia, tecnología e innovación (CTI) en la Oficina Regional de la UNESCO para Latinoamérica y el Caribe. Licencia en Economía por la Universidad de Buenos Aires, con M.Sc. en Ciencia, Tecnología y Sociedad por la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina, con especialización en política CTI, bioeconomía e indicadores de innovación.

Nota: Las opiniones expresadas en este blog son responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la opinión del IICA.