Hace un año, cuando las tropas rusas invadieron Ucrania, la guerra parecía plantear una grave amenaza para la seguridad alimentaria mundial.
El conflicto difícilmente pudo haber llegado en un peor momento. Incluso antes de la guerra, como efectos persistentes de la pandemia de COVID-19, los suministros mundiales de los principales alimentos básicos eran escasos, las existencias finales de trigo, maíz y soja se hallaban en sus niveles más bajos en muchos años y los precios eran elevados, en comparación con los niveles de 2020. El estallido de la guerra entre dos de los productores agrícolas más importantes del mundo puso en peligro más de un tercio del comercio mundial de trigo, el 17 % del comercio mundial de maíz y casi el 75 % del comercio mundial de aceite de girasol. Una semana después de la invasión, los precios de los futuros del trigo se habían disparado casi 60 %, mientras que los del maíz y la soja habían subido más de 15 % (figura 1). Los puertos de Ucrania en el mar Negro fueron bloqueados, lo que limitó drásticamente su capacidad de exportar los cultivos de 2021, mientras que la siembra y la cosecha de los cultivos de 2022 se vieron afectadas. El mundo se enfrentaba a la posibilidad de que surgiera otra crisis de los precios de los alimentos, con consecuencias potencialmente devastadoras, tras los trastornos económicos globales provocados por la pandemia.
“En mayo los niveles de volatilidad de los precios del trigo y el maíz alcanzaron los niveles más altos en más de diez años; sin embargo, a principios de febrero de 2023 habían vuelto a caer dentro de los rangos históricos”. |
Figura 1
No obstante, a medida que la guerra se prolongaba hasta 2022, los mercados internacionales se ajustaron y adaptaron y, aunque los altos precios y otros problemas persisten, se evitaron en gran parte los peores escenarios para el comercio agrícola y la seguridad alimentaria.
En agosto de 2022 los precios habían vuelto a los niveles anteriores a la guerra. Los importadores se adaptaron a las perturbaciones del mercado y encontraron proveedores alternativos. La reapertura parcial de los puertos mediante la Iniciativa de Cereales del Mar Negro ayudó a facilitar exportaciones adicionales desde Ucrania. En mayo los niveles de volatilidad de los precios del trigo y el maíz alcanzaron los niveles más altos en más de diez años; sin embargo, a principios de febrero de 2023 habían vuelto a situarse dentro de los rangos históricos. Finalmente, la guerra causó un incremento en los esfuerzos humanitarios mundiales dirigidos a ayudar a mitigar sus impactos; p. ej., el Programa Mundial de Alimentos informó que en 2022 las contribuciones de todas las fuentes superaron los USD 14 200 millones, es decir, casi 48 % más que en 2021.
Ahora que no se vislumbra el final de la guerra, ¿cuáles lecciones debemos aprender de los trastornos sufridos por el sistema alimentario a la fecha? ¿Deben dejar de preocuparnos los impactos de la guerra en los mercados y en la seguridad alimentaria? En este artículo se analizan las experiencias del año pasado y la incertidumbre que persiste en torno al futuro.
Los mercados se han mostrado resilientes
¿Por qué cayeron los precios del mercado? La invasión generó una gran incertidumbre en los mercados agrícolas. En primer lugar, en el hemisferio norte los cultivos de trigo de invierno ya se habían plantado durante el otoño anterior, debido a lo cual los productores veían limitada la cantidad de trigo adicional que podían sembrar. En segundo lugar, era probable que la guerra interrumpiera las exportaciones ucranianas y rusas, causando un importante problema de suministro mundial.
No obstante, los peores temores acerca de una escasez global persistente no se materializaron (figura 2a). Entre los bienios 2021-2022 y 2022-2023 las exportaciones de trigo de Ucrania sufrieron una caída vertiginosa de cerca de 5 300 000 t (un descenso del 28 %), al igual que las de Argentina, debido a la sequía que ha reducido de forma considerable su cosecha de trigo; sin embargo, las exportaciones rusas han aumentado sustancialmente, debido en parte a un cultivo récord de trigo. Dicho incremento, combinado con los grandes cultivos de Canadá y la Unión Europea (UE) de 2022, equivale a un aumento en las exportaciones combinadas previstas, que supera los 25 000 000 t y que compensa los descensos de las exportaciones en otras regiones ucranianas. Mientras tanto, las exportaciones de trigo de Australia siguen siendo sólidas, ya que por poco establecen un récord con un aumento de 500 000 t con respecto al año pasado, tras niveles récord de exportación consecutivos en 2020-2021 y 2021-2022.
Las exportaciones mundiales de maíz muestran un panorama algo distinto (figura 2b). Se calcula que durante el bienio 2022-2023 las exportaciones ucranianas de maíz se redujeron en 4 500 000 t con respecto al bienio 2021-2022, pero dicha caída se ve eclipsada por un descenso estimado de las exportaciones estadounidenses de casi 14 000 000 t, producido en parte como resultado de una cosecha reducida en 2022 y de un dólar fuerte, que ha disminuido la competitividad del maíz estadounidense en los mercados mundiales. Asimismo, las exportaciones de maíz de la UE han experimentado un descenso de 3 800 000 t. Estas caídas se compensan de modo parcial únicamente con el aumento de las exportaciones de Brasil y Argentina. La subida de los precios del maíz ha reducido la demanda mundial y ha motivado la búsqueda de piensos alternativos, como el arroz partido, por parte de algunos importadores. El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) prevé una caída en la demanda global de piensos de casi 23 000 000 t (de alrededor del 2.8 %).
“Los peores temores acerca de una escasez global persistente no se materializaron”. |
Figura 2a
Figura 2b
“Los mercados se mantuvieron notablemente resilientes, ya que los países importadores cambiaron de proveedores para satisfacer la demanda”. |
En el segundo semestre de 2022, cuando las previsiones sobre la producción de trigo y maíz mejoraron y las exportaciones rusas de trigo se restablecieron, los precios de mercado empezaron a bajar. Además, los mercados se mantuvieron notablemente resilientes, ya que los países importadores cambiaron de proveedores para satisfacer la demanda. Se prevé que en el bienio 2022-2023, a pesar de los altos precios, el consumo interno mundial de trigo se mantenga prácticamente invariable con respecto a los niveles del bienio 2021-2022, debido en parte a los programas de redes de seguridad para los hogares de algunos países importadores de trigo de Oriente Medio y el norte de África.
Aunque las restricciones a la exportación exacerbaron los precios de los cereales, las semillas oleaginosas y otros productos agrícolas en los meses posteriores al inicio de la guerra (como se ha comentado en anteriores publicaciones en el blog), en junio muchas de las medidas más vinculantes se habían eliminado o, al menos, reducido. Esta tendencia, combinada con la reapertura parcial de los puertos ucranianos del mar Negro (a donde se han enviado más de 22 000 000 t de cereales y semillas oleaginosas desde el 1 de agosto), ha contribuido a incrementar los suministros mundiales.
El impacto de la guerra en la agricultura ucraniana se dejará sentir con más fuerza en 2023
Pero es la propia Ucrania la que ha sentido el impacto más directo y continuo de la guerra en la agricultura, la cual ya ha afectado a tres cultivos sucesivos:
Cultivos de 2021. Cuando se produjo la invasión, gran parte de las cosechas del año anterior aún no se había enviado, por lo que se pudo exportar solo por rutas terrestres lentas y costosas a través del oeste. Aunque el desarrollo de las llamadas Rutas de la Solidaridad (rutas de camiones, ferrocarriles y barcazas a lo largo de la UE) ayudó a resolver en parte el problema del embotellamiento, no fue sino hasta la reapertura parcial de los puertos del mar Negro en agosto, por medio de la Iniciativa de Cereales del Mar Negro, cuando las exportaciones agrícolas empezaron a aproximarse a niveles más normales (figura 3).
Figura 3
Cultivos de 2022. Mientras tanto, los productores tuvieron dificultades para plantar, cosechar y comercializar los cultivos de 2022, debido a los efectos directos de la guerra y a los impactos indirectos del aumento en los costos de los insumos, como los precios de la energía y los fertilizantes. La producción se redujo drásticamente (figuras 4a y 4b), con un descenso de 36 % en las cosechas de trigo y maíz.
Aunque los esfuerzos para facilitar el transporte de las exportaciones han contribuido a trasladar una mayor cantidad de producción a los mercados extranjeros, los costos asociados han sido elevados. Las exportaciones multimodales (en camión, tren y barcaza) a través del oeste resultan costosas, mientras que los largos tiempos de inspección y los consiguientes cargos por demora han añadido costos significativos al transporte marítimo por medio de los puertos del mar Negro, los cuales han sido absorbidos en gran medida por los productores ucranianos en forma de precios más bajos.
Cultivos de 2023. Esos bajos precios para el productor, combinados con los altos costos de los insumos, han desincentivado la siembra de los cultivos de 2023, debido a lo cual se espera que la producción descienda aún más.
Según algunas estimaciones del sector privado, en 2023 la cosecha ucraniana de cereales podría caer de 35 000 000 t a 40 000 000 t, incluidos de 12 000 000 t a 15 000 000 t de trigo y de 15 000 000 t a 17 000 000 t de maíz. Es probable que los suministros de trigo para el bienio 2023-2024 (la producción de 2023 más las existencias de fin de año de la campaña 2022-2023) sean casi 30 % inferiores a los niveles del bienio 2022-2023 y 45 % inferiores a los del período 2021-2022 (figuras 4a y 4b). Los suministros de maíz de Ucrania previstos para el bienio 2023-2024 podrían situarse 36 % por debajo del nivel de este año y 53 % por debajo de los niveles del período 2021-2022.
“En 2023 la cosecha ucraniana de cereales podría caer de 35 000 000 t a 40 000 000 t, incluidos de 12 000 000 t a 15 000 000 t de trigo y de 15 000 000 t a 17 000 000 t de maíz”. |
Figura 4a
Figura 4b
Los efectos de las sanciones sobre los fertilizantes son menos claros
Las sanciones impuestas a Rusia y Bielorrusia en respuesta a la invasión han perturbado los mercados energéticos y, por consiguiente, el suministro de fertilizantes. Aunque en las sanciones impuestas a Rusia se ha eximido de manera explícita a los alimentos y fertilizantes, las exportaciones de fertilizantes de dicho país han descendido por debajo de los niveles anteriores a la guerra, debido principalmente a la interrupción del transporte de amoniaco anhidro por tuberías desde las fábricas rusas hasta las instalaciones portuarias de Odesa. Las exportaciones de potasa de Bielorrusia también han disminuido, ya que no están exentas de las sanciones actuales y se prohíbe la exportación por los puertos de la UE en el mar Báltico, lo que reviste una potencial importancia, ya que gran parte del mundo depende de Rusia (y Bielorrusia) para la importación de nutrientes.
No obstante, los precios de la energía y los fertilizantes han ido en paralelo a los de los cereales y las semillas oleaginosas: alcanzaron su punto máximo en la primavera y bajaron durante el resto de 2022, a medida que la producción y los mercados mundiales se ajustaban a la escasez. La experiencia de grandes importadores como Brasil e Indonesia sugiere que, como ocurrió con los cereales, los mercados se han mostrado muy resilientes, lo que les ha permitido encontrar proveedores alternativos (p. ej., las exportaciones de potasa de Canadá). Esto ha permitido a muchos productores satisfacer sus necesidades de nutrientes, aunque a un costo cada vez mayor: a pesar de la caída desde mayo de 2022 de entre 35 % y 50 % en los precios de los fertilizantes, los precios se mantienen entre 80 % y 100 % por encima de los niveles de 2020. Además, los productores han optado por cultivos menos intensivos en nitrógeno, como el de soja; sin embargo, para muchos agricultores de países de bajos ingresos, los altos precios de los fertilizantes han reducido la asequibilidad de la compra de insumos, lo que afecta potencialmente a los rendimientos.
“La experiencia de grandes importadores como Brasil e Indonesia sugiere que, como ocurrió con los cereales, los mercados se han mostrado muy resilientes, lo que les ha permitido encontrar proveedores alternativos (p. ej., las exportaciones de potasa de Canadá)”. |
Conclusiones
Sin una señal del fin de la guerra y con amenazas de una nueva escalada, la incertidumbre sigue asechando a los mercados agrícolas. Los suministros son escasos. En todo el mundo las existencias finales calculadas para el bienio 2022-2023 se sitúan en los niveles más bajos desde el período 2007-2008 con respecto al trigo y desde 2012-2013 en relación con el maíz y la soja. En Ucrania la reducción de las plantaciones significa que el mundo deberá producir más cereales y semillas oleaginosas para ayudar a restablecer las existencias y moderar los precios. La suerte ha desempeñado un papel en los acontecimientos: en el año transcurrido desde la invasión, la combinación de un buen tiempo y la fuerte respuesta de la oferta de los productores ha impedido que los precios de mercado repunten hasta los altos niveles de principios de 2022. La escasez de existencias se traducirá en una mayor volatilidad de los precios, sobre todo durante los períodos de incertidumbre, como las épocas de siembra y los ciclos vegetativos en el hemisferio norte. Mientras tanto, la incertidumbre en torno a eventos como la renovación de la actual Iniciativa de Cereales del Mar Negro (que expira en marzo) seguirá agitando los mercados.
“La principal lección de 2022 es que los mercados mundiales han funcionado bien, en general, cuando no se han visto obstaculizados por medidas gubernamentales como las restricciones a la exportación”. |
Cualquiera de estas incertidumbres podría provocar perturbaciones en el mercado u otros problemas que requieren una vigilancia estrecha y continua. La principal lección de 2022 es que los mercados mundiales han funcionado bien, en general, cuando no se han visto obstaculizados por medidas gubernamentales como las restricciones a la exportación. Ojalá que los países aprendan esta lección a medida que el mundo se adentra en otro año de impactos globales de la guerra en Ucrania.
Joe Glauber es investigador sénior del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) en Washington, D. C. Sus áreas de interés son la volatilidad de los precios, las reservas mundiales de cereales, los seguros de cultivos y el comercio. Antes de incorporarse en el IFPRI, trabajó más de 30 años en el USDA, donde se desempeñó como economista principal de 2008 a 2014, período durante el cual tuvo a su cargo las previsiones agrícolas de dicha institución, supervisó los asuntos climáticos, energéticos y regulatorios y fue el presidente de la Junta Directiva de la Corporación Federal de Seguros de Cultivos.
Notas:
Este artículo apareció por primera vez en el blog del IFPRI.
Las opiniones expresadas en este blog son responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la opinión del IICA o del IFPRI.
Si tiene preguntas o sugerencias de mejora del BlogIICA favor contactar a los editores: Joaquín Arias y Eugenia Salazar |
Añadir nuevo comentario