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Edith Obschatko
Mon, 10/19/2020 - 12:44

La pandemia del COVID-19 acentuó problemas de seguridad alimentaria, que se agregan a la tensión ya latente entre producción, comercio y emisiones de GEI. Las circunstancias de aumento de pobreza, pérdida de empleos, restricciones de circulación internas a los países y dificultades en el comercio exterior han puesto a la producción local , particularmente de hortalizas  y frutas, como una alternativa viable y adecuada a las circunstancias, aportando no sólo alimentos sino una cierta mejora de las poblaciones que pueden hacerla, por brindar empleo y colaboración social. La continuidad de estas experiencias en un plazo razonable, realizadas con fundamento técnico fuerte, cuidado ambiental con utilización de bioinsumos, aprovechamiento de residuos, y organización social, darían elementos para realizar el balance de los efectos económicos, sociales y ambientales que propone el artículo y, eventualmente, constituirse en recomendaciones para políticas públicas.  En cambio, las producciones extensivas, en la que la escala es determinante, y que se articulan en sistemas nacionales y globales, que sustentan las grandes corrientes del comercio internacional de productos básicos, requerirán otro tipo de enfoques para evaluar los efectos económicos, sociales y ambientales de la especialización según ventajas comparativas.

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