Las potenciales crisis alimentarias provocadas por la invasión de Rusia a Ucrania

Colaboradores

 

“Frente a escenarios económicos y comerciales inciertos y de volatilidad sostenida y creciente, la oportunidad está en que los gobiernos, sector privado y organizaciones de la sociedad civil rural y agrícola, trabajen conjuntamente para que la región alcance mejores estándares de desempeño productivo, comercial, y social”

Crisis
Fuente: https://lasillarota.com/

Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), las acepciones del término crisis, pueden ser varias según el campo en el cual se aplique, pero en todas ellas hay un común denominador. Este hace referencia a que las crisis se caracterizan por cambios profundos y de consecuencias importantes en un proceso, conjunto de procesos o en una situación dada, o incluso en la manera en que estos cambios son apreciados por los participantes de los mismos. 

Llevando este análisis al cálculo teórico de los efectos y consecuencias de esta guerra entre dos actores principales de los mercados de productos agrícolas y energéticos sobre los sistemas agroalimentarios en nuestra región, y en concreto, al comportamiento de los mercados de alimentos y productos agrícolas globales, más todos aquellos que a su vez se vinculan a éstos (según la definición de sistema agroalimentario), el panorama se nos pinta complejo e intricado.

Junto a los mercados de productos agrícolas y alimentos, también tenemos que considerar los mercados de combustibles, fertilizantes e insumos de la industria química; los de acceso a equipos y herramientas; los referidos a las tecnologías vinculadas a la producción agrícola y al procesamiento y agregado de valor a las materias primas. También el mercado de servicios de transporte y logística, ya fuertemente afectados por las secuelas de la crisis del COVID y aún vigentes, así como la concentración de líneas de transporte en las rutas del hemisferio norte o hacia China y la India, desde Australia y Nueva Zelanda, la falta de contenedores, y el aumento de las tarifas. Asimismo, debemos considerar los mercados de capitales y financieros, indispensables para aumentar la oferta y la productividad y generar competitividad y finalmente – pero no menos importante – el comportamiento de la “demanda” de alimentos y de los consumidores, harto diferente según las regiones y zonas del mundo que consideremos y de las regiones y subregiones de nuestro hemisferio.

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El conflicto entre Rusia y Ucrania y sus efectos sobre los sistemas agroalimentarios

Las sucesivas crisis, sumadas o superpuestas, con diversos orígenes, generan secuelas muy diferentes. Muy diferentes, según la inserción económica comercial de cada país en cuestión y a partir de ello, de sus diferentes sistemas agroalimentarios, y del conjunto de sus empresas.

“Las crisis repetitivas – más allá de sus diferentes orígenes o causas, estimulan un estado general de “especulación”, más que uno de productividad sostenida.”

Desde 2008 a esta parte se proyectan, casi sin solución de continuidad, escenarios muy cambiantes, comportamientos erráticos en los mercados y grandes dosis de incertidumbre, tanto para las decisiones individuales de las empresas, las decisiones corporativas de los conglomerados de éstas, como también para las decisiones de los Estados. 

Las crisis repetitivas – más allá de sus diferentes orígenes o causas de generación, estimulan un estado general de “especulación”, más que uno de productividad sostenida. O sea, las crisis generan incertidumbres y estas no favorecen las conductas orientadas a invertir en el largo plazo, necesarias para construir condiciones sostenibles de productividad y competitividad en los sistemas productivos agropecuarios, sino las inversiones de tipo especulativo, para responder a mercados erráticos y precios volátiles, minimizando el riesgo.

Frente a mercados distorsionados e inciertos, por las causas que sean –crisis financiera, pandemia o guerra– y siendo “las Américas“ un jugador clave en la producción y el comercio de alimentos, aunque al mismo tiempo un continente de grandes desigualdades, las decisiones de política pública y de inversiones, de mediano y largo plazo, son la única “receta” viable. La otra opción – lamentablemente la más recurrida por los gobiernos de la región, son los “manotazos de ahogado” con medidas de política económica y comercial que se neutralizan unas a otras y que lejos de subsanar el problema lo empeoran. Por ejemplo, trabas a las exportaciones e interferencia en la formación de los precios en los mercados desestimulan las innovaciones en los sistemas productivos, las inversiones privadas, reducen la oferta y profundizan la crisis.

“Frente a mercados distorsionados e inciertos, y siendo las Américas un jugador clave en la producción y el comercio de alimentos, aunque al mismo tiempo un continente de grandes desigualdades, las decisiones de política pública y de inversiones, de mediano y largo plazo, son la única “receta” viable.”

América Latina en general, y los países exportadores netos de productos agrícolas en particular, producen más alimentos que los que consumen. No obstante, tanto exportadores netos, como importadores netos e intermedios, padecen de igual manera diversas consecuencias derivadas de las crisis alimentarias y vuelven a tener hoy día, a raíz de la guerra, una serie de crisis asociadas.

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Estas se manifiestan en: (a) crisis de acceso a los alimentos, por aumento de precios, especialmente por parte de la población pobre y vulnerable, tanto urbana como rural; (b) crisis fiscal, debido a que los gobiernos de países importadores netos deberán dedicar más divisas a comprar alimentos para satisfacer sus demandas internas y en particular la seguridad alimentaria y la de los países que importan el petróleo y los fertilizantes, para solventar su oferta agrícola, por la misma razón; (c) crisis de competitividad de los sistemas alimentarios en general, debido al aumento de precios de otros commodities, como el petróleo y los fertilizantes; (d) más crisis de competitividad por las distorsiones en los mercados de servicios de transporte y logística; (e) crisis económica, social y política debido al alza interna de los precios de los alimentos, a causa de la llamada “inflación importada”.

Todo ello puede llevar a que los gobiernos tomen decisiones equivocadas (como en otras oportunidades) poniendo trabas a sus propias exportaciones, lo cual coadyuva en forma perversa a una espiral de precios, especialmente en algunos productos donde los stocks, si bien no están en crisis, tampoco hay superabundancia.

Si la guerra entre Rusia y Ucrania genera daños estructurales irreversibles – cosa que hoy día, nadie tiene la posibilidad de prever con certeza – o si se extendiera demasiado en el tiempo, las distorsiones serían severas y con potenciales secuelas permanentes. No obstante, el mayor riesgo hoy día está en las potencialmente malas decisiones que pueden llegar a tomar los gobiernos, basadas en el aumento de los déficits fiscales y comerciales, en las crisis políticas derivadas de una inflación que se descontrola y en las crisis de competitividad derivadas del aumento de los insumos agrícolas y los servicios comerciales.  

“Si la guerra entre Rusia y Ucrania genera daños estructurales irreversibles o si se extendiera demasiado en el tiempo, las distorsiones serían severas y con potenciales secuelas permanentes.”

La propuesta sobre el foco de la cooperación técnica para nuestros países de América Latina debería “elevar la mira” y entonces:

  1. perseverar en las políticas e inversiones para la transformación de los sistemas alimentarios;
  2. modernizar consecuentemente los servicios que brindan los Estados, para generar más y mejores bienes y servicios públicos destinados, a su vez, a mejorar el desempeño competitivo de nuestros sistemas agroalimentarios;
  3. en las políticas de inversión para la inclusión de una agricultura familiar, también modernizada e incluida en sistemas alimentarios locales eficaces y competitivos, entrelazados con sistemas alimentarios nacionales y globales;
  4. perseverar, por tanto, en las políticas de estímulo a la inclusión productiva de las unidades de producción familiares, a partir de promover empresas cooperativas eficaces y eficientes, en alianzas público – privadas, que aumenten la capacidad de oferta y demanda de las unidades productivas familiares;
  5. perseverar en las políticas de estímulo a la producción limpia, que tome en cuenta cuidar los recursos naturales y bajar las prácticas de contaminación ambiental y
  6. nada menos que – al mismo tiempo - poner un foco intenso sobre el perseverar en las políticas de inserción comercial, facilitando la misma para todos los productores de alimentos, a través de economías nacionales competitivas, equilibradas y predecibles;
  7. en alianza con organismos de integración regional como ALADI, buscar formas de estimular el comercio intrarregional de productos agrícolas e insumos, favoreciendo la convergencia de sistemas y regulaciones nacionales, o el desarrollo de un transporte marítimo entre puertos de la región.

A la vez, Estados Unidos está en un proceso de franco aumento de las tasas de interés; esto no es consecuencia directa de la guerra, sino de las tasas históricas de inflación que soporta hoy día la economía norteamericana. Esto va a escatimar los capitales para inversiones en nuestros países, necesarios para el desarrollo competitivo de nuestros sistemas agroalimentarios (infraestructura, tecnología, bienes de capital y equipos). Esta tendencia, de concretarse, va a ser un problema, justamente cuando los Estados precisan más que nunca atraer inversión extranjera directa.

En resumen, un enfoque prudente y sensible en relación a todas estas cuestiones, a ser tomado en cuenta para el Plan de Mediano Plazo (PMP) del IICA 2022-2026, referido especialmente al Programa de Desarrollo Territorial y Agricultura Familiar, debería postular perseverar y sostener aquellas acciones de modernización de los sistemas agroalimentarios nacionales y regionales, asegurando así la inclusión en ellos de las unidades productivas familiares. Lo cual debe manifestarse en un concepto orientador, que se expresa como: “frente a escenarios económicos y comerciales inciertos y de volatilidad sostenida y creciente, la oportunidad está en que los gobiernos, sector privado y organizaciones de la sociedad civil rural y agrícola, trabajen conjuntamente, para que la región alcance mejores estándares de desempeño productivo, comercial, y social”

El IICA está dispuesto a ayudar y dar así respuesta a mercados distorsionados o en crisis, defendiendo a nuestros agricultores, sin dejar a nadie atrás. 

 

Nota: Las opiniones expresadas en este blog son responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la opinión del IICA.

 

A person with his arms crossed

Description automatically generated with medium confidenceÁlvaro Ramos Trigo es Ingeniero Agrónomo, Diploma en Administración de Empresas y Desarrollo de la Fundación Konrad Adenauer (Alemania); Ex ministro de Relaciones Exteriores y de Ganadería, Agricultura y Pesca y Ex senador de la República (Uruguay).  Actualmente es Miembro del Consejo Asesor Agroalimentario de las Américas del IICA.

 

 

 

 

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