El artículo ofrece un análisis que explora la posibilidad de “abastecerse localmente de alimentos”, “la sostenibilidad del consumo de alimentos producidos localmente”, y las “alternativas sostenibles para aumentar el consumo de productos agrícolas y alimentos producidos localmente” llegando a la conclusión de que “hay que promover los balances adecuados entre ambas estrategias (producción local e importaciones)
Identifica las bondades del comercio exterior y a sus teorías de las ventajas comparativas y competitivas de los países, como factores promotores de alimentación de calidad, inocuidad y precio asequible al consumidor, y a la bioeconomía como una respuesta para tomar mayor ventaja de los recursos biológicos en la producción de alimentos, lo que puede ayudar a aumentar la producción local y reducir la interdependencia comercial, a la vez que los sistemas agrícolas y alimentarios se vuelven más productivos, resilientes y sostenibles.
Por eso a la doble pregunta que sugiere el título del artículo ¿Es viable o sostenible el consumo de alimentos producidos localmente?, la respuesta es: en este momento no es viable, pero si es deseable un consumo basado mayoritariamente en alimentos locales.
Una de las lecciones que emana de la pandemia del Covid-19, es precisamente la importancia de contar con una oferta interna suficiente de alimentos, que evite hambrunas ante las dificultades que se pueden presentar en el comercio internacional de alimentos, debido a estos factores biológicos.
Sin embargo, escoger entre el “balance en las estrategias” como lo propone al artículo, o “el autoabastecimiento alimentario” va a depender de la importancia que los Gobiernos den a la seguridad alimentaria en sus agendas, así como de sus posibilidades agronómicas, económicas y políticas de adelantar tal o cual estrategia (en algunos países es físicamente imposible la producción de la mayoría de los alimentos – los importadores netos – y en otros políticamente imposible distanciarse de los compromisos de comercio exterior adquiridos).
Así, si el Gobierno define (de manera voluntaria o por condicionantes políticos y/o económicos insuperables) que es un asunto que puede y/o debe ser manejado desde el mercado, seguramente su política económica girará en torno a lograr ese equilibrio propuesto en el artículo.
Sin embargo, si el Gobierno visualiza a su sector agroalimentario como un sector estratégico en su agenda, enmarcándolo incluso como un tema de soberanía nacional, e identifica en él su multidimensionalidad, y adicionalmente cuenta con la autonomía política y económica suficiente, asumirá un reto en el que la balanza se desequilibre en favor de la producción y consumo sostenibles de alimentos locales.
Para adelantar esta agenda, es necesario adoptar medidas de política pública que tiendan a sustituir gradualmente las importaciones de alimentos factibles de producir en el país, apoyada en instrumentos de carácter permanente, y otros de carácter transitorio, que traten de mantener una macroeconomía sana.
Algunos de ellos podrían ser:
Medidas permanentes:
1. Estímulos al uso adecuado y planificado del suelo, que buena parte de las veces se entrecruza con el tema de la distribución de la propiedad rural.
2. Extensión rural que derive en una oferta de comida sana, con menores costos de producción y menores márgenes de comercialización, en procesos productivos inocuos, incluyentes, rentables y sostenibles ambientalmente, de manera que puedan competir en precio y calidad con estándares internacionales.
3. Política de SAN basada en productos locales de alto valor nutricional.
4. Educación alimentaria a la población, que incluye no solo educación nutricional, sino la valorización de los activos intangibles de la producción alimentaria (origen, grupo poblacional productor, tecnologías productivas, etc)
5. Macroeconomía amable con el sector agroalimentario (producción primaria y transformación) en términos fiscales, arancelarios y cambiarios.
6. Fortalecimiento institucional en temas sanitarios, de extensión agropecuaria, etc
Medidas temporales, hasta que se desarrollen las ventajas competitivas del sector
7. Impulso y desarrollo de mercados alimentarios de proximidad
8. Acceso preferencial de la producción nacional de alimentos a los mercados institucionales públicos y privados
9. Fortalecimiento organizacional empresarial de los productores
10. Política de renta básica, para asegurar el consumo de alimentos nutritivos por parte de grupos poblacionales vulnerables.
Así las cosas, como ocurre con buena parte de los temas rurales, su definición no está en la ruralidad, sino en la política pública generada desde las ciudades.
No es viable hoy, pero si es deseable
El artículo ofrece un análisis que explora la posibilidad de “abastecerse localmente de alimentos”, “la sostenibilidad del consumo de alimentos producidos localmente”, y las “alternativas sostenibles para aumentar el consumo de productos agrícolas y alimentos producidos localmente” llegando a la conclusión de que “hay que promover los balances adecuados entre ambas estrategias (producción local e importaciones)
Identifica las bondades del comercio exterior y a sus teorías de las ventajas comparativas y competitivas de los países, como factores promotores de alimentación de calidad, inocuidad y precio asequible al consumidor, y a la bioeconomía como una respuesta para tomar mayor ventaja de los recursos biológicos en la producción de alimentos, lo que puede ayudar a aumentar la producción local y reducir la interdependencia comercial, a la vez que los sistemas agrícolas y alimentarios se vuelven más productivos, resilientes y sostenibles.
Por eso a la doble pregunta que sugiere el título del artículo ¿Es viable o sostenible el consumo de alimentos producidos localmente?, la respuesta es: en este momento no es viable, pero si es deseable un consumo basado mayoritariamente en alimentos locales.
Una de las lecciones que emana de la pandemia del Covid-19, es precisamente la importancia de contar con una oferta interna suficiente de alimentos, que evite hambrunas ante las dificultades que se pueden presentar en el comercio internacional de alimentos, debido a estos factores biológicos.
Sin embargo, escoger entre el “balance en las estrategias” como lo propone al artículo, o “el autoabastecimiento alimentario” va a depender de la importancia que los Gobiernos den a la seguridad alimentaria en sus agendas, así como de sus posibilidades agronómicas, económicas y políticas de adelantar tal o cual estrategia (en algunos países es físicamente imposible la producción de la mayoría de los alimentos – los importadores netos – y en otros políticamente imposible distanciarse de los compromisos de comercio exterior adquiridos).
Así, si el Gobierno define (de manera voluntaria o por condicionantes políticos y/o económicos insuperables) que es un asunto que puede y/o debe ser manejado desde el mercado, seguramente su política económica girará en torno a lograr ese equilibrio propuesto en el artículo.
Sin embargo, si el Gobierno visualiza a su sector agroalimentario como un sector estratégico en su agenda, enmarcándolo incluso como un tema de soberanía nacional, e identifica en él su multidimensionalidad, y adicionalmente cuenta con la autonomía política y económica suficiente, asumirá un reto en el que la balanza se desequilibre en favor de la producción y consumo sostenibles de alimentos locales.
Para adelantar esta agenda, es necesario adoptar medidas de política pública que tiendan a sustituir gradualmente las importaciones de alimentos factibles de producir en el país, apoyada en instrumentos de carácter permanente, y otros de carácter transitorio, que traten de mantener una macroeconomía sana.
Algunos de ellos podrían ser:
Medidas permanentes:
1. Estímulos al uso adecuado y planificado del suelo, que buena parte de las veces se entrecruza con el tema de la distribución de la propiedad rural.
2. Extensión rural que derive en una oferta de comida sana, con menores costos de producción y menores márgenes de comercialización, en procesos productivos inocuos, incluyentes, rentables y sostenibles ambientalmente, de manera que puedan competir en precio y calidad con estándares internacionales.
3. Política de SAN basada en productos locales de alto valor nutricional.
4. Educación alimentaria a la población, que incluye no solo educación nutricional, sino la valorización de los activos intangibles de la producción alimentaria (origen, grupo poblacional productor, tecnologías productivas, etc)
5. Macroeconomía amable con el sector agroalimentario (producción primaria y transformación) en términos fiscales, arancelarios y cambiarios.
6. Fortalecimiento institucional en temas sanitarios, de extensión agropecuaria, etc
Medidas temporales, hasta que se desarrollen las ventajas competitivas del sector
7. Impulso y desarrollo de mercados alimentarios de proximidad
8. Acceso preferencial de la producción nacional de alimentos a los mercados institucionales públicos y privados
9. Fortalecimiento organizacional empresarial de los productores
10. Política de renta básica, para asegurar el consumo de alimentos nutritivos por parte de grupos poblacionales vulnerables.
Así las cosas, como ocurre con buena parte de los temas rurales, su definición no está en la ruralidad, sino en la política pública generada desde las ciudades.