Objetivos de Desarrollo y Priorización de la política pública para confrontar el daño del COVID-19

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Sin duda el escenario es incierto, pero hay que tomar decisiones relevantes. No hacer nada es la peor decisión para las personas, las empresas y los gobiernos.

En el escenario que se confronta, está claro que debemos dar más atención al desarrollo que al crecimiento económico. Al respecto, las propuestas son innumerables de parte de ilustres economistas y analistas en otras diciplinas alrededor del mundo. Sumado a ello, han surgido cuestionamientos, como por ejemplo dudar de la utilidad y obsesión por medir el Producto Interno Bruto (PIB) como el indicador del crecimiento económico, sin considerar lo que realmente mide (ver nota de la BBC). Peor aún, asustarse en extremo porque se anuncia una caída en la tasa de crecimiento del PIB sin explicar qué más está pasando con la actividad económica y social.

Si queremos hacer más por el desarrollo sin obsesionarnos por el crecimiento

Si realmente queremos hacer más por el desarrollo sin obsesionarnos por el crecimiento, la pregunta en el escenario actual es: ¿Cuáles son las prioridades? Tres son bastante evidentes: La primera, construir esperanza y expectativas positivas, solo con ellas se pueden dar los pasos adecuados. La segunda, recuperar y mantener la salud, pues ella es indispensable para poder trabajar, producir y disfrutar, y solo con ella las ilusiones pueden materializarse. Y la tercera, contar con los alimentos básicos para poder mantener la salud y la fuerza necesarias para mirar hacia adelante y seguir construyendo.

Dos dimensiones que aportan a la seguridad alimentaria

Sobre las dos primeras prioridades, hay gente versada que puede dar opinión y lo está haciendo. Sobre la tercera, en la que puedo dar opinión, debemos tomar en cuenta varios aspectos en el contexto de la realidad de cada país y a nivel global. Al respecto, hay bastante debate y buenos aportes en los foros recientes del BID, FAO, IICA y otros organismos, sobre las dos dimensiones que aportan a la seguridad alimentaria: Por un lado, la producción y por otro la dependencia del comercio internacional

Sobre lo segundo, he expresado mi escepticismo ante la creciente evidencia de que algunos países están atendiendo más de cerca y previendo sus necesidades de productos básicos; y, por lo tanto, desalentando y/o imponiendo restricciones a las exportaciones de dichos productos. Y, respecto a las exportaciones agroalimentarias desde América Latina, puede esperase que sufrirán aquellas que se integran con productos no indispensables destinados a los otrora mercados pudientes y que hoy sufren más los efectos de la pandemia, Estados Unidos y Europa, especialmente.

El comercio internacional practicado en forma sensata

No quiero con este comentario negar las posibilidades de comercio internacional practicado en forma sensata; solo plantear que se trata de un escenario diferente al de los años recientes, cuando este tema de la pandemia ni siquiera se mencionaba en la política de comercio exterior. Cuando hace algunos años modelábamos estos escenarios de comercio internacional, algunos de nosotros lo hacíamos considerando condiciones de riesgo (es decir cuando es posible conocer las probabilidades), y a lo cual se daba lamentablemente poca atención, como si viviésemos en un mundo determinístico, aunque la inestabilidad climática ya era una realidad. No hacíamos nada ante escenarios de incertidumbre como el actual, en el que no se pueden calcular las probabilidades de ocurrencia de los hechos ni de los resultados.

Oferta alimenticia suficiente, asequible, oportuna y de calidad

En cuanto a los mercados internos de alimentos, el punto de partida es desde luego anticipar qué es lo que se va a demandar, por parte de quiénes y en qué magnitud en los próximos dos años1. Al respecto, lo más importante es satisfacer las necesidades básicas de alimentación de la población más empobrecida por las condiciones que se están dando, que afectan su nivel de ingreso y pérdida de capacidad para trabajar o de ausencia de oportunidades de empleo remunerado. En tal sentido, no se trata solo de una demanda por alimentos básicos desde el punto de vista calórico, sino todo lo que también mejore la inmunidad y aporte energía.

“Lo más importante es satisfacer las necesidades básicas de alimentación de la población más empobrecida por las condiciones que se están dando, que afectan su nivel de ingreso y pérdida de capacidad para trabajar o de ausencia de oportunidades de empleo remunerado”

La oferta alimenticia, desde luego, puede venir de muchos productos y sobre los cuales las preguntas son: ¿Cuáles se pueden producir más rápido, a menor costo y con más seguridad? Y tan importante como ello, ¿con que tecnología? Las respuestas serán muy variadas según el país. Aunado a la producción primaria, será necesario valorar en cada cadena, los requerimientos de procesamiento, reconociendo que estos son muy variados en productos no perecederos, como los granos vs otros perecederos, como las frutas y verduras frescas y los procesados, como los lácteos, carnes y pescado, que necesitan refrigeración continua. A ello se sumarán las consideraciones sobre los medios de transporte.

El posible conflicto entre el uso de tecnología y la generación de empleo

En toda la estructura agraria y agroindustrial será necesario también alcanzar el objetivo de generar empleo y ojalá de más calidad que en el pasado reciente, especialmente ahora que algunos habitantes urbanos ven el medio rural diferente que en el pasado y consideran migrar de vuelta. Al respecto, se evidenciará en algunas cadenas el trade off entre la producción rápida (por ejemplo, con mecanización y más uso de fertilizantes) y la menor generación de empleo.  Alcanzar este segundo objetivo, el empleo, implica por lo tanto el análisis de cada cadena, en cada territorio y la toma de decisiones sobre las medidas más adecuadas en cada caso. 

Las respuestas por parte de los individuos, las empresas y el Estado

Las respuestas en el lado de la producción, la agroindustria y el transporte la van a dar las empresas privadas; y cada una hará las inversiones que le permitan las circunstancias; pudiéndose anticipar que la flexibilización del financiamiento será fundamental para tales inversiones, tanto para insumos como para bienes de capital. Las decisiones tomadas la semana pasada por el presidente de la república de Panamá, sobre el financiamiento del Estado en condiciones muy preferenciales para la inversión privada agroalimentaria, son un ejemplo meritorio para considerar por parte de otros gobiernos.

“No hacer nada es la peor decisión para las personas, las empresas y los gobiernos”

Las respuestas en el sector privado responderán a medidas de política pública como la antes referida sobre financiamiento, mereciendo ello los siguientes comentarios. Se requiere medidas que sean efectivas al corto plazo; medidas viables de implementar sin mayores trabas burocráticas; medidas eficientes en términos de los recursos requeridos para su aplicación; medidas que permitan alcanzar varios objetivos; y especialmente, medidas que rompan las trabas que hacen posible los elevados costos de transacción y la corrupción en el sistema agroalimentario 

Medidas viables, eficientes, multiobjetivo, de bajos costos de transacción,  y que rompan las trabas de la corrupción en el sistema agroalimentario

Puede anticiparse que estas medidas no son solo las de los Ministerios de Agricultura, sino que tendrán que tomar parte los Ministerios de Industria, Comercio Exterior e Interior, Salud, y Hacienda y el Banco Central. Hace pocos años en un trabajo de investigación del Panel Independiente Sobre la Agricultura de América Latina (del cual el autor es miembro) mostramos que las medidas de todos esos ministerios son las que tienen más impacto en la agricultura.

“La priorización de medidas de política en el escenario actual, y en especial aquellas que inciden en los sistemas agroalimentarios, merece una reconsideración de los criterios para el manejo macroeconómico”

La referencia a los Ministerios de Hacienda (o de Finanzas) y a los Bancos Centrales en el párrafo precedente, tiene el propósito de cerrar estas notas con un comentario: La priorización de medidas de política en el escenario actual, y en especial aquellas que inciden en los sistemas agroalimentarios, merece una reconsideración de los criterios para el manejo macroeconómico. Los recursos públicos que se van a necesitar para inversiones prioritarias son mayores y si para ello el Estado tendrá que flexibilizar su tradicional criterio de austeridad en cuanto al déficit del presupuesto público y su política impositiva, pues tendrá que hacerlo. Y si para financiar el déficit tendrá que aumentar el endeudamiento externo, pues tendrá que hacerlo. Y si para lograr un balance diferente en su orden macroeconómico, tendrá que recurrir a la emisión de moneda. El gran desafío para afrontar es el de la disciplina para no usar estos argumentos para mantener, o peor aún, hacer crecer el aparato público, de por sí ya bastante abultado e ineficiente. ©

* Carlos Pomareda, es consultor internacional, Doctor en Economía Agrícola, y escribe desde Guanacaste, Costa Rica

Nota: Las opiniones expresadas en este Blog son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la opinión del IICA.

1  Lo de los dos años en la anticipación de la demanda tiene que ver con la naturaleza de los ciclos agrícolas. Por ejemplo, en Centroamérica, las lluvias y por lo tanto las siembras, ya comenzaron y es poco lo que se puede hacer para incrementar la oferta inmediata. 

Blog comments

Hernando Riveros
Sun, 05/31/2020 - 20:05

Estimado Carlos: muy agradable de leer y rico en propuestas el artículo. Me quedo con la llamada de atención que haces sobre la importancia de considerar el riesgo en la planificación, el que se había convertido en la columna que menos exigencia tenía en el marco lógico de los proyectos. Coincido con la importancia de priorizar en el post-covid 19 (que va a ser difícil de identificar) el desarrollo al crecimiento, junto con una estrategia de gestión del riesgo de la inseguridad alimentaria.

Saludos.