Una amenaza para la seguridad alimentaria mundial

Soybean

Imagen publicada en The Wilson Center: A Threat to Global Food Security.

 

En el contexto de una mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos, por tercer año consecutivo América del Sur está sufriendo una severa sequía, la peor en un siglo, debido principalmente al fenómeno de La Niña, que perdura desde 2020. Entre los países más afectados se encuentran Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, productores de una cantidad significativa de alimentos para el mundo.

En 2021 estos cuatro países representaban aproximadamente el 13 % de las exportaciones mundiales de alimentos y fibras. En la actualidad no solo lideran la comercialización de soja, harina, pélets y aceite de soja, carne de res congelada, celulosa, azúcar de caña, aves de corral y café, sino también proveen una parte importante del suministro mundial de trigo, filetes de pescado, carne de cerdo, carne de res refrigerada, vino, frutas y jugos de frutas.

En la región las pérdidas en la producción causadas por la crisis climática repercuten de manera directa en los mercados de alimentos y en la seguridad alimentaria mundiales.

La sequía afecta directamente a la producción de alimentos, lo que se traduce en un menor rendimiento de los cultivos, superficies sin cosechar, un grado inferior de sanidad y calidad en los cultivos, costos adicionales de suplementación (alimentos para animales), un acceso limitado a agua y pastos, mayores pérdida de peso y mortalidad del ganado, incendios forestales y el deterioro y la pérdida de los ecosistemas, todo lo cual incrementará la vulnerabilidad del sector agrícola en el futuro.

Los sistemas de producción de alimentos resultan especialmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático; por consiguiente, es de suma importancia canalizar los esfuerzos hacia la adaptación para garantizar la resiliencia de estos sistemas y mantener los niveles de producción necesarios para lograr la seguridad alimentaria.

Cuando se presentan pérdidas directas en la producción, los países deben declararlas como emergencias agrícolas y desarrollar políticas de apoyo e instrumentos de inversión, tales como opciones de crédito a tasas de interés subsidiadas, exenciones fiscales y medidas de gestión excepcionales de carácter temporal..

Sin embargo, las pérdidas de producción constituyen solo una parte del desafío. Los impactos de las sequías son generalizados, ya que afectan a la economía nacional y disminuyen la calidad de vida de los habitantes de pequeñas ciudades y pueblos.

En Argentina, por ejemplo, en diciembre de 2022 la sequía condujo a la declaración de estado de emergencia y desastre agropecuario en 33 municipalidades de la provincia de Buenos Aires. Hasta enero de este año las pérdidas estimadas ascendían a USD 10,400 millones, debido a los daños ocasionados en diversos cultivos, incluidos los de trigo, soja y maíz, que son los principales cultivos producidos en el campo. En el ámbito nacional casi la mitad de la cabaña ganadera se encuentra en zonas afectadas por la sequía, lo que pone en riesgo a cerca de 26 millones de cabezas de ganado. Para complicar aún más las cosas, la cosecha de trigo del período 2022-2023 tuvo un rendimiento de 12,400,000 t, es decir, 8,100,000 t por debajo de las previsiones iniciales, debido a la ausencia de precipitaciones en una parte importante de la zona agrícola. Los efectos son devastadores, con la pérdida de aproximadamente 647,500 hectáreas y el nivel de producción más bajo de los últimos siete años.

En Brasil las precipitaciones en las regiones Sur y Sudeste han sido las más bajas de los últimos 90 años, lo que ha provocado graves crisis hídricas y energéticas. Según los cálculos, la sequía provocó una reducción de 10,000,000 t en la previsión de cosecha de cereales para el período 2021-2022, estimada en 262,000,000 t.

En Paraguay una sequía que permaneció durante el período de producción de verano 2021-2022 constituye uno de los peores fenómenos climáticos que han afectado a su sector agrícola en 25 años, ya que redujo hasta en 70 % los rendimientos de algunos cultivos. En Uruguay se calcula que el impacto directo de la sequía asciende a USD 1170 millones o al 2 % del producto interno bruto.

En respuesta a lo anterior, el Consejo Agropecuario del Sur, integrado por los ministros de Agricultura de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, así como los de Chile y Bolivia, manifestó que “Los países desarrollados tienen una responsabilidad histórica frente al cambio climático, reconocida en todos los foros internacionales y reflejada en el compromiso de financiar las acciones de los países en desarrollo dirigidas a la adaptación y la mitigación; no obstante, hasta ahora ese compromiso se ha cumplido solo parcialmente”. Los ministros instaron a los países desarrollados a financiar mecanismos para fortalecer los sectores agrícolas vulnerables a los efectos adversos del cambio climático.

Los esfuerzos para lograr la seguridad alimentaria, nutricional y medioambiental en todo el mundo se deben ampliar urgentemente y, aún más importante, deben conllevar la cooperación internacional, a fin de que ningún país se quede atrás.

 

Manuel Otero

Dr. Manuel Otero
Director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA)

 

 

 

 

Nota: Este artículo apareció primero en Weekly Asado, el blog del Programa Latinoamericano del Centro Wilson, en www.wilsoncenter.org/blog-post/threat-global-food-security.

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la opinión del IICA.

 

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