COVID-19 está acelerado el deterioro de la seguridad alimentaria en África subsahariana (AS). Durante los últimos meses, la pandemia ha acrecentado una problemática prevalente en la región, donde 239 millones de personas sufren de desnutrición y 69 millones experimentan inseguridad alimentaria aguda. Durante el 2020, el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas estima que la inseguridad alimentaria aumentará en al menos doce países de AS, mientras siete ya presentan condiciones catalogadas como de emergencia o catastróficas. A esta amenaza se suman los efectos de la inflación y de desastres naturales y conflictos que plagan el continente.
El impacto de la pandemia se traducirá en distorsiones en la oferta y demanda de alimentos y en un aumento de precios alrededor del continente. Proyecciones del Banco Mundial estiman que la producción de alimentos podría reducirse hasta en un 7% debido a una baja en el consumo y a restricciones de movimiento. El cierre de mercados de alimentos, a la vez, tendrá un impacto desmedido en las PYME, las cuales constituyen la columna vertebral de la cadena de suministro de la región. Finalmente, barreras comerciales en países exportadores afectarán la disponibilidad de alimentos en países dependientes de las importaciones.
Interrupciones en la oferta de alimentos se verán exacerbadas por una baja en el poder adquisitivo de la población. El Banco Mundial proyecta que la crisis actual conducirá a entre 26 y 58 millones de personas al borde de la pobreza, aumentando en al menos un 2% la tasa de personas que viven con menos de US$1.90 al día y afectando principalmente a habitantes de zonas rurales. Estos efectos ya son tangibles: a fines de abril, la Organización Internacional del Trabajo reportó que los trabajadores informales de la región sufrieron una disminución del 81% de sus ingresos durante el primer mes del brote. Con aproximadamente 8 de cada 10 trabajadores empleados en el sector informal --y una fuerte caída en las remesas--, la seguridad alimentaria en AS disminuirá significativamente.
Finalmente, un aumento en el precio de los alimentos conducirá a una mayor inseguridad alimentaria e intensificará el nivel de pobreza en grupos vulnerables. Modelos de flujos comerciales estiman que el precio de los alimentos en AS aumentará entre un 3,9 y un 12,5% en 2020. En algunos países de la región, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ya ha documentado subidas de hasta un 60%. Esto afectará particularmente a poblaciones vulnerables en naciones sumidas en conflictos violentos, acarreando a miles de personas hacia condiciones de inseguridad alimentaria aguda.
Estas proyecciones indican que el COVID-19 podría revertir años de progreso en la reducción de la pobreza y el hambre. Dado que se espera que estos efectos se concentren en zonas rurales, la agricultura jugará un rol fundamental para salvaguardar tanto los ingresos como el estado nutricional de la población. La siguiente tabla resume las principales lecciones aprendidas en torno a inversiones, políticas públicas y el trabajo de asesoramiento implementado en respuesta a tres crisis previas: la crisis alimentaria mundial de 2007-2008, el brote de gripe aviaria en 2008 y la epidemia de ébola de 2014-2016.
Respuesta |
Crisis alimentaria mundial 2007-2008 |
Gripe aviaria 2008 |
Ébola 2014-2016 |
Inversiones |
Apoyar los mercados de insumos agrícolas para garantizar el suministro de alimentos en la próxima temporada de cultivo |
Invertir en sistemas focalizados para la prevención y el control de enfermedades zoonóticas |
Priorizar el suministro de alimentos e insumos básicos en zonas afectadas |
Políticas públicas |
Las medidas fiscales y el apoyo presupuestario son necesarios pero insuficientes para abordar interrupciones en el sistema alimentario |
Promover el libre comercio para evitar volatilidad en el precio de los alimentos |
Mantener abiertos mercados de alimentos y fronteras para facilitar la supervisión y difusión de información |
Asesoramiento |
El apoyo presupuestario debe ser complementado por diálogo político y trabajo analítico |
Compensar adecuadamente a los agricultores para lograr los objetivos de las políticas públicas |
Evaluar el impacto en las poblaciones afectadas para reducir los tiempos de recuperación |
En base a estas lecciones, será necesario implementar al menos tres medidas de manera urgente para contener el impacto del COVID-19. Primero, es imperioso que los líderes entiendan el impacto de las políticas alimentarias sobre el precio de los alimentos y los ingresos de los agricultores para diseñar programas efectivos y eficientes. Segundo, es indispensable impulsar el comercio intrarregional para acelerar el flujo y la estabilidad en los mercados de alimentos. Tercero, es vital invertir en tecnologías innovadoras para transformar los sistemas de alimentación y producción en AS. Estas tres medidas podrán, a la vez, corregir barreras existentes en el pasado y abordar necesidades inmediatas de recuperación, posicionando a África subsahariana en una trayectoria de desarrollo más sostenible.
Imara Salas trabaja como Economista en el Departamento de Agricultura y Alimentación de la Región de Africa subsahariana, Banco Mundial
Diego Arias trabaja como Economista Líder en el Departamento de Agricultura y Alimentación de la Región de Africa subsahariana, Banco Mundial
Nota: Las opiniones expresadas en este foro son responsabilidad del expositor y no reflejan necesariamente la opinión del IICA.
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